No gustó, como deseaba. No goleó, como ameritaba el rival. Pero ganó, como necesitaba. Sufriendo, con más urgencias que certezas. Con arremetidas individuales más que con juego asociado. Con perlitas de Angel Correa que invitan a confiar. Con la seguridad de Rulli para revertir su error en el debut ante Portugal. Y con la inestabilidad lógica de un equipo que tuvo que ensamblar las piezas en plena marcha. Así se reflejó en la derrota ante Portugal, así lo demostró también en este triunfo contra Argelia. Tan ajustado como vital. El miércoles deberá ganarle a Honduras para pasar a cuartos de final.
Con la mochila de la derrota inicial, Argentina jugó un partido que en los papeles fue una cosa y en la cancha otra. La diferencia de jerarquía era lógica y quedaba en evidencia cuando triangulaban de primera Lo Celso, Correa y Pavón. Con paredes cortas y en velocidad, partiendo desde tres cuartos, generaron varias chances que no pudieron concretar. En el primer tiempo, Correa probó con un puntazo que salió pegado al palo y después con un remate a colocar que sacó bien el arquero. Mauricio Martínez también lo tuvo con un derechazo desde afuera que se fue muy cerca. Pero eran espasmos. Eran jugadas aisladas.
Hay otro costado, más allá de la falta de efectividad. Este equipo no es confiable. Podrá ganar, perder o empatar, pero hasta el momento no tiene un patrón de juego. Por momentos, José Luis Gómez se convierte en el mejor atacante; en otras ocasiones Calleri debe bajar hasta la mitad de la cancha para entrar en contacto con la pelota porque si no queda muy aislado; y los rivales no necesitan hacer demasiado para preocuparlo.
Argelia de arranque dejó en claro que iba a atacar por derecha, con Benkablia como puntero, y que desde allí, iban a llegar los envíos para Bounedjah, el centrodelantero, que fue una pesadilla para Argentina. Ni Soto podía frenar los desbordes por la banda, ni Cuesta y Gianetti lograban hacer el dos-uno para controlar el corazón del área.
Rulli, que había atajado muy bien en el debut hasta que se le escurrió la pelota para el segundo gol de Portugal, estuvo puntual en una salida brillante frente a Bounedjah para evitar el gol de los africanos. Y el conjunto del Vasco demostraba a cada paso que seguía jugando a la lotería: podría embocarla gracias a alguna jugada personal de sus buenos hombres de ataque o podría perder por un desacople defensivo, como el que lo dejó con un hombre menos por la expulsión de Cuesta en el cierre de la primera parte.
En ese subibaja, arrancó el segundo tiempo con Mauricio Martínez retrocediendo al lugar de Cuesta para armar la línea de cuatro y enseguida, desde un envío frontal, llegó el 1-0. Calleri forcejeó con su marca como toda la noche, la pelota quedó para Correa y Angelito no dudó: definió cruzado contra el palo. Argentina tenía lo que quería en el momento menos pensado. De ahí en más, el trámite continuó con la misma inestabilidad.
Con la ventaja, el equipo cedió la pelota y se tiró muy atrás. Argelia empezó a toquetearle la pelota y lo empató con justicia a los 18 minutos con una buena definición de Bendebka ante la salida de Rulli y el achique tardío de Gianetti. Estaba para cualquiera.
Y ahí encendió la lámpara otra vez Correa, el jugador distinto de esta Selección. Ya estaban los dos con diez y Angelito filtró un pase bárbaro para Calleri. Para eso no hacen falta horas de entrenamiento ni conocerse hace tiempo. Sólo alcanza con la calidad innata de Correa. El resto, de atropellada, como ameritaba el encuentro. La pelota entró con suspenso y desató el nudo de todo el plantel argentino. Que debía ganar antes que todo. Y lo hizo.